LA FRONTERA
Está
caminando por encima de ramas de árboles, grandes higueras y otros árboles más
chicos... a veces pisa los ladrillos de muros o los caballetes de los tejados
más altos de las casas… lleva de su mano gente desesperada que piden que no los dejen, que no los abandonen…
le dicen que ella tiene que llevarlos porque sabe como comunicarse, que hay que
cruzar una frontera, que ella sabe el idioma que a ellos desconocen… y siguen
así por horas… hay un niño, y hombres y mujeres… todos le dicen lo mismo, pero
ella mucho no entiende porque hay que hacerlo… A veces, piensa en escaparse, en
huir de esa situación, pero se dan cuenta como si hubieran leído su pensamiento
y le suplican todavía con más desesperación…
De
golpe, María mira el techo de su pieza... conoce cada dibujito de cada una de
las tablitas… el sudor le moja el cuerpo aunque no tenga calor… son altas horas
de la madrugada…
Ella
es capaz de jurar que hace un rato estaba en otra dimensión. Que aunque no
hubiera un barquito y nadie le ofreciera una monedita, estaba haciendo el papel
de Caronte, tratando de llevar lejos de
la inundación, a estas almas que ya no pueden regresar a sus cuerpos.
Ha
sido así hace semanas. Desde esa madrugada trágica que nadie en su pueblo
imaginó vivir un día.
Y
al acostarse reza, y pide a Dios que no la mande de vuelta a esta dimensión
donde la tarea es tan ardua y donde no sabe bien qué hacer.
Pero
todo se repite noches tras noches sin
fin. Hasta que ya no está segura si ella es que está de Caronte o si es ella
que busca quién la ayude a cruzar esta frontera en que el idioma no es lo mismo de la gente de su aldea.
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